Ayer tuve la oportunidad de ver un par de toros en la televisión y uno más a través de la radio en la corrida del abono abrileño que se celebra en Sevilla. En ambas retransmisiones, tuve la certeza sólida de que el mundo de los toros está cambiando a pasos agigantados. Aparte de la ‘institucionalización’ del toro fácil y comercial –fue lo que poco que vi y oí de lo ocurrido ayer en el coso del Baratillo- un nuevo lenguaje taurino se está estableciendo y ya es moneda de cambio en los medios de comunicación.

Me da cierta pena que se estén cambiando las reglas del juego toda vez que si existe una jerga tremendamente rica es en el mundo de los toros. No existe incidencia en la lidia que no tenga su palabra perfecta o su expresión resultona e incluso ingeniosa.

Expresiones como ‘soltar la cara’, ‘poner en valor al toro’ o ‘tener una embestida uniforme y ordenada’ están al cabo de la calle si te detienes a escuchar a quienes tienen la responsabilidad no sólo de informar, sino de divulgar.

Fernando Fernández Román enseñó mucho y bien cuando se dedicó a retransmitir corridas de toros –no digamos Matías Prats-, aparte de inventar algún vocablo como el de ‘transmisión’. Pero en líneas generales hablaba correctamente. Pero eso de soltar la cara… parece que el toro en la mitad del viaje se para, se arranca el rostro a modo de mascarilla, y lo arroja a la boca de riego. No tiene sentido cuando para esta circunstancia se podría decir que se acostaba, pegaba un derrote o dio un tornillazo (también podríamos aceptar lo de una tarrascada, calamocheaba o una embestida descompuesta, así como lanzaba gañafones). Pero nada. Hay que soltar una especie de metáfora sin sentido cuando tenemos muchas formas de decir que el toro no fue al embroque con nobleza sino protestando.

Lo de que el torero puso en valor al toro me suena algo así como que hubo una subasta de carne y, de pronto, apareció un señor vestido de luces y supo y pudo colocar la puja a un precio muy por encima de su valor. De toda la vida, se ha dicho que el torero estuvo por encima del toro. Y queda zanjado el tema de que el torero estuvo muy bien si tenemos en cuenta las pésimas condiciones del animal.

Vivimos en un mundo de cambio y mucho me temo que expresiones como No cabía ni un alfiler en la plaza o que el torero tuvo que tomar el olivo van a quedar en lo más recóndito del olvido. Habrá que aceptar a partir de ahora de que los toros tienen capacidad de quitarse caretas cuando embisten o que las uniformidades no sólo tienen que ver con el vestuario o la regularidad, sino también con la forma de comportarse en la plaza un cornúpeta.

Y tras saludar desde el tercio, poniéndome el mundo por montera, me despido hasta otra esperando no haber tenido que escuchar música de viento tras la publicación de este artículo.

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