Hemos visto estos días en el salón del Mobile World Congress (MWC)  las últimas novedades ofrecidas por los laboratorios que estudian los vehículos del futuro. Apetecibles actualizaciones de coches con todo tipo de comodidades.

Asientos mucho más cómodos, palanca de cambios que ya no hacen falta porque el motor sabe a qué velocidad debe circular y volantes mucho más ergonómicos. Pero también hemos visto los últimos adelantos destinados a los conductores. Coches que se paran si te sales de una zona previamente delimitada por la aplicación de mapas del teléfono o modernos artilugios que miden el nivel de alcohol del conductor que impide que el vehículo arranque si te pasas de la raya. Además, también hemos visto asientos que se mueven si caes en la tentación del sueño o coches son capaces de situarse en el mapa por si se lo prestas al alguien y quieres saber por dónde anda.

Todo esto, aparentemente, está fenomenal. Pero no deja de ser un adelanto en la tecnología del motor para hacer de esta sociedad una generación de gente mucho más irresponsable de lo que ya lo somos en la actualidad.

Parece como si todos fuéramos gente sin control que demandamos máquinas que piensen por nosotros y se comporten con la responsabilidad que debería de tener el género humano.

Antes de todo esto, debería de haber adelantos educaciones para la población de manera que sea consciente de que si bebes, no debes conducir. Si fumas, corres el peligro de quemar tapizado, si dejas el coche a tu hijo debes de tenerlo previamente lo suficientemente educado para que sea responsable, si te entra sueño, no hay más remedio que aparcar en el la zona de descanso más próximas y echar una cabezada.

La tecnología está fantástica. Pero no perdamos la brújula de la responsabilidad y el civismo. No pidamos a las máquinas que nos adiestren con las normas básicas que ya deberíamos de haber adquirido de fábrica.

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